lunes, 29 de enero de 2007

¡De la nariz!


El paralenguaje es aquello que impide que cuando a un niño le preguntamos “¿cuántas veces te he dicho que te calles?” nos conteste “doce con ésta, papá”.

Aparte del consiguiente cabreo que nos provocaría la respuesta, ello es síntoma de que hay una serie de elementos ajenos a la gramática propiamente dicha que actúan en la comunicación propiciando que el mensaje sea entendido por el receptor. En este caso no esperamos una respuesta, sólo emitimos una recriminación. Es, sencillamente, una forma de regañar.

Para que el mensaje llegue correctamente al receptor, nuestro hijo deberá reconocer que nuestro tono de voz es más de enfado que de interrogación al hacer la pregunta, y entonces se limitaría a callarse, para alivio nuestro.

En efecto, nuestros mensajes transportan muchos más datos además de la información gramatical: el tono de voz que utilizamos, el volumen, el timbre, los gestos con los que acompañamos los sonidos, incluso el bagaje cultural que comparten emisor y receptor.... El niño tarda en comprenderlo, pero poco a poco lo irá haciendo.

Permítanme que sea un poco escatológico en la siguiente anécdota, pero es un claro ejemplo de ello: observo a mi hija jugueteando con algo pequeño, pegajoso y verdoso en sus manos, y la recrimino sin esperar respuesta:

- Pero Alicia, hija, ¿de dónde has cogido eso?

- De la nariz -, me contesta muy seria.


Eso me pasa por preguntar.



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