jueves, 22 de febrero de 2007

La pecera del tío


Seguimos con los adjetivos, que cada vez van poblando más el vocabulario de Alicia. Las parejas bueno/malo y grande/quepeñito son sus favoritas. Ahora bien, no deja de resultar curiosa su utilización tanto en uno como en otro caso.

“Grande” sería para Alicia un ejemplo de “superadjetivo”, porque no sólo lo utiliza para referirse al tamaño, sino que también le vale para hablar de la cantidad. Así, dice “quiero la pelotita grande”, pero si tiene sed y le das poca agua es capaz de tirarte el vaso a la cabeza al tiempo que te grita “grande, grande”.

Lo que le ocurre en realidad es que todavía no conoce los adverbios de cantidad “mucho/poco” y recurre a los adjetivos en su lugar. Eso, y que tiene sed la criatura.

En cuanto a bueno/malo, tiene algo de dudas con su significado, pues los aplica basándose en el aspecto del personaje en cuestión. Los niños son así de crudos. Si eres guapo o de aspecto agradable, eres bueno; como seas feo, rápido te considera malo. Su tío tienen una pecera con muchos peces de colores, y con uno de esos que llaman limpiafondos que son bastante feos. Cada vez que lo ve, Alicia lo tiene claro: ¡es malo! (el pez, no su tío).

lunes, 12 de febrero de 2007

Se llama "amaillo"


No se puede decir que le haya resultado fácil a Alicia aprenderse los colores, no al menos si se compara con lo sencillo que ha sido, por ejemplo, el aprendizaje de los nombres de los objetos que tiene dibujados en su plato del puré (coche, tren, avión, incluso “licótero”) o los de los personajes de sus películas favoritas (Piecito, Elmo, Epi, Pinocho, et.). Por mucho que se los repetíamos utilizando objetos del color en cuestión, la tarea ha sido difícil. ¿Qué tienen entonces de especial los colores?

En el proceso de aprendizaje, lo más fácil para el niño es identificar las palabras con el objeto al que hacen referencia. Esto es muy evidente en el caso de los sustantivos, pero es que cuando hablamos de colores estamos tratando con adjetivos. Se los queremos enseñar como si fueran sustantivos, pero en realidad no lo son.

Si yo le enseño a Alicia una pelota amarilla y le digo “amarillo”, ella, muy lógica, va y me corrige: “no, se llama pelotita”. Para salvar esta dificultad, nosotros hemos procurado hacer muy clara la pregunta al enseñarle el objeto: “¿de qué color es?”, y repetirle a continuación “éste es amarillo”, “éste es azul”, etc. Pero me temo que el lío ya estaba montado.

Ahora, por fin, se ha aprendido más o menos los colores (amaillo, ajú, rosa, verde, gojo, etc.), pero cuando nos enseña el objeto en cuestión para demostrarnos sus habilidades lo que nos dice, bien clarito, es que “se llama amaillo”.

Estilografic.art

jueves, 1 de febrero de 2007

Avequeloveayo


Hace poco les contaba con aquello del espejo las dificultades de Alicia para enfrentarse a las personas gramaticales y, de manera especial, al uso del pronombre personal de primera persona. Bien, pues es evidente que vamos mejorando.

En cuanto a la conjugación de los verbos, la distinción entre primera, segunda y tercera personas se va aclarando. Cada vez son más frecuentes diálogos con su hermana del tipo:

Cristina: No sé, Alicia.
Alica: ¿No sabes, tata?

C: No creo que vayamos a jugar a la bolas.
A: ¿No crees, tata?

C: No tengo más chocolate, Alicia
A: ¿No tenes, tata?

Lo de la distinción entre singular/plural en las formas verbales ya es otra historia. En ese sentido, Alicia casi siempre habla en singular, y casi siempre se refiere a los otros de uno en uno. Dice “se enfada papa” y “se enfada mamá”, pero no “se enfadan papá y mamá”. Evidentemente, la dificultad ya no es sólo cuestión de la persona verbal, sino también de la coordinación de sujetos múltiples.

En cuanto a la utilización del “yo”, también va haciendo sus progresos y de vez en cuando acierta. Hay una expresión que últimamente repite mucho (aunque nos somos conscientes de ello, casi seguro que alguno de nosotros la debe usar mucho):

Papá: Alicia, ya no hay más chocolate.
Alicia: ¿No hay chocolate?
P: No, ya no queda.
A: Avequeloveayo.

Y es que cuando se trata de chocolate, no se fía ni de su padre.